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Confianza en Dios en la salvación de Jesucristo

  • Foto del escritor: GrupodeGracia
    GrupodeGracia
  • 1 jun 2020
  • 5 Min. de lectura

“A quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso; obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas”. - 1 de pedro 1:8-9


La historia del ser humano es una historia interesante, llena de aprendizajes, experiencias y batallas continuas de conseguir un mejor pasar para la vida. Esta historia se encuentra enmarcada dentro de una historia más grande, la historia de la redención. Ésta comienza con el Dios que ha creado y le ha dado forma a todas las cosas que subsisten. Le ha dado orden y razón a las cosas creadas, y a la vida del ser humano. El catecismo menor de Westminster resume la creación del hombre en las siguientes palabras: “Cuando Dios hubo creado al hombre, hizo con él un pacto de vida, bajo condición de perfecta obediencia; prohibiéndole comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, bajo pena de muerte” (Gn 2:17-17; Gl. 3:12; Stg. 2:10) Dios decretó un pacto con su creación, pero no cualquier tipo de pacto. En nuestra realidad, un pacto es un contrato entre dos partes iguales, ofreciendo garantías y derechos para ambas firmantes de dicho documento, fijado por normas y límites. En cambio, la validación del pacto mencionado en las Escrituras, guarda relación con que Dios no es solo una parte igual, este es quien toma la iniciativa para establecer el pacto [en una relación con el hombre] ordenando normas, límites y consecuencias pensadas en el bienestar, sujetas a la obediencia del ser humano. Este pacto refleja el carácter de Dios hacia su pueblo, invitando al hombre a confiar plenamente en la vida que Dios había preparado.

De esta manera Dios establece una dinámica de confianza relacional y cercana con el ser humano. De hecho, Dios crea al hombre conforme a su imagen, depositando su conocimiento, justicia, santidad, con mandatos específicos de dominio sobre las criaturas y la administración de la creación.

Producto de esto, se infiere que existió una relación de confianza entre Dios y el hombre. Por eso, anhelar confianza es algo innato en el ser humano. La palabra confianza proviene del latín confiar compuesta por el prefijo «con» que quiere decir junto, más «fides» que significa fe o confianza, y el sufijo «anza» que es acción, por lo tanto, en otras palabras confianza es depositar lo que pensamos, sentimos o necesitamos en otra persona, institución o entidad [I]. Una definición interesante para comprender una relación tan significativa como la que se estableció en el huerto del Edén. Pero, el ser humano dejó de depositar su confianza en las palabras de Dios, atendiendo a otra voz, a otra realidad y otras promesas (Gn 3:1-6), quebrantando el pacto de vida (o de obras), desobedeciendo el mandato de Dios al comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. De esta manera, Dios ejerció la condición de pena de muerte, expulsando al ser humano del huerto del edén.

En relación a la definición de confianza y el episodio descrito entre Dios y el hombre, siendo este último dejado a su propio libre albedrío, depositando su confianza en su propia interpretación de la realidad, trajo consigo la manifestación del pecado en el corazón de la humanidad, como bien señalan las Escrituras: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” (Rm. 5:12 - RVR 1960), generando en toda la posteridad de los hombres que surja la incansable necesidad de rebelarse ante las palabras de Dios.

Pero, como se mencionó que “la historia del ser humano es una historia que se encuentra inmersa en la historia de la redención”, Dios proveyó de un plan mayor para restaurar la confianza del ser humano hacia Él. La Biblia muestra que antes de la expulsión y condenación del hombre del huerto del edén, se encuentra escrito que “Y pondré hostilidad entre tú y la mujer, y entre tu descendencia y la descendencia de ella. Su descendiente te herirá en la cabeza y tú le herirás en el talón” (Gn 3:15 - NTV), siendo ésta la primera declaración de confianza que Dios establece hacia su creación en vista de la transgresión del pacto.

Esta afirmación es conocida como el protoevangelio, si bien Dios muestra su atributo de justicia decretando la expulsión de la humanidad y las consecuencias del pecado, Dios también muestra su eterna gracia al traer la redención al corazón de la humanidad [II].

De ahí que continúa la historia del ser humano intentando depositar su confianza continúa en Dios, aunque a medida que avanzamos por la historia del antiguo testamento, podemos ver que el ser humano no pudo confiar plenamente en Dios producto del pecado que se encuentra incrustado en el seno de la humanidad. Y Dios sabía que el ser humano no podría vincularse con Él nuevamente por causa de la mancha del pecado. Pero, Dios siempre ha estado, no un paso adelantado del hombre, sino una eternidad, ya que ha demostrado en concreto el restablecimiento de la confianza entre el hombre y Dios a través del plan de salvación sustentado en el pacto originado en la creación del hombre, pero en esta oportunidad Dios se da, se da así mismo (para profundizar leer Gn. 15, 17 y 18) por medio de uno que vendría a rectificar el pacto que el hombre no pudo cumplir. Así pues es urgente citar un texto que resume la historia de la redención por medio del plan de salvación y que entona una dulce melodía para el alma que necesita saber la verdad del evangelio: “Pues Dios hizo que Cristo, quien nunca pecó, fuera la ofrenda por nuestro pecado, para que nosotros pudiéramos estar en una relación correcta con Dios por medio de Cristo. (2 de Cor. 5:21 - NTV). En la obra de la cruz, en la obra de Jesús se desarrolla en totalidad la historia del evangelio, propiciando que Dios y el ser humano puedan relacionarse nuevamente, rectificando el pacto a través de la sangre de Jesús derramada en la cruz (Mt. 26:22-28). De esta forma, Dios restablece la relación de pacto, permitiendo a los creyentes confiar y descansar en el plan redentor de Dios, en su carácter y atributos, quien ha sido artífice de nuestra fe en el asombro, contemplación y la preservación de nuestras almas.

Por eso, podemos unirnos a las palabras de Pedro, las que invita a sus lectores a tomar esperanza en medio de contextos adversos, indicando: “A quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso; obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas” (1 de pedro 1:8 - RVR-1960). Esta fe es depositada y guardada por Dios en nuestros corazones, nos dirigirá hacia la experiencia del disfrute en Dios confiando en el plan soberano de Él.

En conclusión, R.C Sproul sintetiza la idea de lo que se ha expuesto en este breve artículo:“Confiamos en Dios para el futuro en base a nuestra fe en lo que Él ha logrado en el pasado” [III] invitando a abrazar una esperanza futura sustentada en el pacto entre Dios y el hombre, consumado en la obra de Jesucristo, nuestro buen salvador. Es por eso que podemos descansar y confiar en Dios para la salvación de nuestras almas.




Notas


[II] Dentro de la biblia durante el contexto de la condenación y la muestra del protoevangelio, se puede inferir que la redención y la obra de gracia de Dios se muestra al cubrir con pieles a los expulsados del paraíso. Pieles que son producto de la expiación por el pecado de Adán y Eva.

[III] Libro: Las grandes doctrinas de la biblia, pág. 210 - R.C Sproul.



Victor Jordán Clavijos Flores, perteneciente a la Iglesia Presbiteriana de Chile, Mar de Gracia. Casado con Francisca.




 
 
 

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