Dios mío, en ti confío
- GrupodeGracia
- 13 oct 2020
- 5 Min. de lectura
En paz me acostaré, y asimismo dormiré;
Porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado.- Salmo 4:8

Cuando damos lectura al Salmo 4 a lo largo de sus breves y a la vez profundos ocho versículos, es posible ver cómo el salmista David expresa por medio de esta oración todo su sentir a Dios. Este salmo es titulado en la Biblia como “Oración vespertina de confianza en Dios”. Asimismo, podemos encontrar en el Salmo 3 la Oración matutina de confianza en Dios escrita por el mismo autor. Al leer ambos salmos podemos ver como estos se complementan y, sin darle lectura a uno, no podremos entender de mejor forma el otro. Al leer ambos salmos lograremos entender la importancia que David le otorgaba a su relacionamiento diario con Dios, realizando oraciones de mañana y de noche, el porqué de esta necesidad y el enfoque que le otorga al tema principal en ambos salmos: la confianza en Dios. El Salmista, a partir de ambos textos, nos entrega un ejemplo de cómo vivir la vida como creyente, revelando la necesidad que tenemos como seres humanos de recordar cada día y a cada hora en quien nuestro corazón debe confiar.
Estimado hermano, quisiera que pudiéramos recordar quién era David y en las circunstancias que se encontraba en aquel entonces. Él era Rey del pueblo de Dios y un reconocido guerrero, ambas posiciones lo llevaron a dirigir al pueblo y paralelamente protegerlo de los enemigos internos y externos de su época. Al comenzar a leer el Salmo 4 vemos como las primeras palabras de David son de reconocimiento a su Señor, como su Justicia y Gloria e inmediatamente después como fuente de Misericordia y atención. David sabía quién realmente lo escuchaba y respondía, él sabía quién era su refugio. En el Salmo 3 podemos entender las experiencias que David había vivido, cómo recibía la atención de Dios y la respuesta a sus oraciones. Al leerlo, no queda duda de que las experiencias de vida fortalecieron la fe y confianza del salmista en su Dios. Volviendo nuevamente al Salmo 4, luego de entregar el total reconocimiento a Dios, David realiza una breve descripción del ser humano, dejando en evidencia sus deseos, intenciones e inclinaciones, entregando una reflexión de lo que ha aprendido por gracia acerca de Dios, enseñando a los “hijos de los hombres” cerca de quiénes está Dios y a quienes él escoge, dando a conocer cuál es el camino que él a escogido, el camino de la piedad. Los invita a replantearse en su corazón cómo han vivido su vida, llamándolos al arrepentimiento y a la fe, invitándolos a ofrecer sacrificios de justicia y a confiar en Jehová, a volver su corazón a la piedad.
Al continuar leyendo este salmo nos encontramos con la siguiente pregunta: ¿Quién nos mostrará el bien? Según el parecer del Salmista, era una pregunta que se repetía bastante entre los hombres, considerando el contexto de aquella época, la que estaba cargada de guerras, enemistades e incertidumbre. Podemos concluir que era lógico pensar que se generara esta interrogante en el corazón de los hombres del pueblo, olvidando quién era Dios, de dónde los había rescatado y cómo manifestaba su fidelidad en las diferentes circunstancias que como pueblo vivían. Sin embargo, David se convirtió en un portador de esperanza, creyendo en su corazón que Dios no había olvidado su promesa de guiar y cuidar a su pueblo. Muchas veces solemos encontrarnos en circunstancias desfavorables en nuestra vida, una de ellas, la actual crisis sanitaria del COVID-19, que ha traído consigo diversas consecuencias: estrés, ansiedad, desesperanza, etc. Inquietando y llevando nuestros corazones a olvidarnos de la promesa y fidelidad de Dios. Y sometidos bajo contextos de dificultades y pruebas, nuestro corazón nos engaña y nuestra mente nos hace cuestionarnos la fidelidad de Dios, volviéndonos igual que aquellos hombres. A pesar de ello, David sabiamente nos enseña que debemos hacer como creyentes, sus palabras nos dirigen hacia el camino correcto:
Pedir a Dios de su Luz: En momentos difíciles nuestra visión tiende a nublarse, olvidando lo importante. Nuestro corazón nos mueve a la desesperación, sintiendo que estamos solos. Sin embargo, cuando Dios en su misericordia y Gracia nos entrega su Luz, toda oscuridad es desvanecida y es reemplazada por la paz que produce confianza. Permitiendo que podamos ver con claridad y reconocer que no hay nadie mejor que Dios para depender en momentos adversos, porque, sin duda, él sabrá guiarnos por el camino del bien en cada una de las circunstancias que vivamos.
Recordar: Continuamente estamos pensando en el mañana y dudamos del carácter de Dios, debido a que no meditamos en el ayer y en las incontables bondades que Dios por años nos ha entregado. Esta meditación debe basarse en el cumplimiento de la promesa, en que el favor inmerecido de Dios para sus hijos es seguro gracias a Cristo. En las diferentes experiencias de nuestra vida, al igual que David nuestra historia de vida estará cargada de vivencias buenas y malas, pero desearía que sigamos su ejemplo y podamos señalar que en muchas de ellas, Dios nos ha enseñado a ver su fidelidad y disfrutar de su gozo, esa es la confianza a la que los invito aspirar, una confianza que está cimentada en el carácter de Dios y que mantiene esta práctica: Recordar para no olvidar.
Los dos puntos anteriormente señalados nos enseñan lo que debemos hacer en circunstancias desfavorables, debemos aprender a pedir de su luz y recordar la bondad de Dios, para que al igual que David podamos declarar las últimas palabras de este salmo: “En paz me acostaré y asimismo dormiré porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado”. Reflexionando en este versículo les pregunto ¿cuántas veces hemos repetido este versículo al dormir? Y al día siguiente olvidamos esa confianza al enfrentarnos al diario vivir. Para David, el Señor era la fuente de su paz, David había aprendido que sólo en él tenía seguridad y podía descansar; ya no necesitaba depender más de su propio poder o control, todo lo vivido a lo largo de sus años le permitía compartir esta declaración de fe y confianza en una oración íntima al irse a descansar.
Anteriormente señalaba que David era un portador de esperanza para el pueblo de Dios, recordando a su pueblo la esperanza de la promesa del Padre. Ciertamente era un reflejo de Aquel que sería la esperanza y el cumplimiento de la promesa para el mundo: nuestro Señor Jesús. Gracias a él hoy podemos vivir plenamente confiados, pues él es el cumplimiento de la promesa, él nos ha entregado al Espíritu Santo para que nunca más dudemos de la paternidad y fidelidad de Dios, viviendo para siempre en nosotros. No hay mejor persona en quien depositar nuestra confianza y a quien imitar, solo en nuestro Señor. Por esto, los invito a seguir los pasos de nuestro buen maestro, el hijo de Dios, Jesús quien vivió, murió y resucitó confiando en la buena voluntad de su Padre, entregando un esperanza y paz eterna para aquellos que le aman y confían en él.
Por Francisca Javiera Pardo Benavides, perteneciente a la Iglesia Presbiteriana "Mar de Gracia", Chile. casada con Victor.
コメント