Mes de la Biblia: La Palabra de Dios en nuestro idioma
- GrupodeGracia
- 21 sept 2020
- 6 Min. de lectura

Es el 26 de septiembre de 2006. Mientras el viento primaveral empuja la apertura de las flores, en una humilde población al sur de Chile, otras flores ya cortadas adornan el púlpito de un viejo templo cristiano. Es de mañana y el culto ya comenzó. El predicador designado pasa a tomar su lugar para comenzar su sermón. Sus manos y sus pies tiemblan. Es la primera vez que predicará frente a sus hermanos que lo vieron crecer. De pequeño escuchó a los viejos hablar de que pararse en ese lugar no es cualquier cosa. Ahora está a punto de servir como megáfono de la divina Palabra del Señor. Abre la Biblia y lee su sermón a oídos de todos los presentes. Todos oyen. Todos entienden el idioma. Todos siguen la lectura señalada. Algunos abren viejas biblias con hojas gastadas de tanto uso, otros encienden los teléfonos y abren las aplicaciones para acompañar la lectura en voz alta del nuevo predicador. Nadie se queda sin leer. Nadie se queda sin entender.
Es el 26 de septiembre de 1569. En Basilea, Tomás Guarín abre su pequeño taller de imprenta para comenzar la jornada. El trabajo ese día será arduo, pero está ansioso por comenzar. Al terminar el día imprimirá 2600 ejemplares de la primera versión completa de la Biblia en el idioma español. Casiodoro de Reina, un exmonje y líder de los simpatizantes de la Reforma, ha decidido ocupar el taller de Guarín para ver por fin cumplida su obra magna. No ha sido fácil. Lleva nueve años arrancando de la Inquisición, con sus libros y pergaminos a cuestas. Ha pasado por Ginebra, Inglaterra y Países Bajos sin hallar descanso pleno. La Iglesia Católica Romana le ha puesto precio a su cabeza y ha sido llamado “Jefe de los Herejes”. No ha sido nada fácil. Pero allí está, convencido de que su obra es su humilde servicio al Dios que tanto ama.
¿Sabía Casiodoro de Reina lo importante que sería para la iglesia de Cristo? Mejor dicho, ¿sabemos nosotros lo importante que fue este hombre en la historia de nuestra iglesia? Con optimismo quisiera responder a esa pregunta que sí.
Que hoy podamos leer la biblia en nuestro idioma es algo que no sólo costó el precio que pagamos en la tienda donde la adquirimos, costó sangre, sudor y lágrimas de hombres y mujeres que dieron todo por permitir que hoy podamos hacer uso de las Escrituras en nuestra propia lengua.
Como ya lo señalábamos anteriormente, Casiodoro de Reina, un monje católico de la orden de San Jerónimo, que se convirtió en protestante luego de oír las postulaciones de Lutero en la Reforma, demoró nueve años en traducir la biblia a nuestro lenguaje. Décadas después, y tras un trabajo que demoró alrededor de diez años, otro monje español, de nombre Cipriano de Valera, publicó en el año 1602 la revisión de la traducción de Reina, formando así la biblia Revisión Reina-Valera. Este proceso fue importantísimo en la historia de la iglesia de habla hispana. La obra de Reina y Valera nos permite hoy tener una Biblia que podamos leer en nuestro idioma, algo totalmente prohibido por la Iglesia Católica Romana, que mantenía el latín como la única lengua en la que se debía leer las Escrituras. En ese aspecto, la Reforma protestante, con Lutero a la cabeza, abogó por la posibilidad de que cada pueblo pudiera optar por una versión de las Escrituras en su propio idioma. El mismo Lutero trabajó en una traducción de la biblia al alemán. De esta manera, se acercaba el pan celestial a boca de toda lengua y nación. Esta motivación es claramente señalada en la Confesión de Fe de Westminster, uno de los textos que agrupan y resumen el trabajo de la Reforma en cuanto a las cuestiones esenciales de la vida cristiana. En el capítulo 1, inciso VIII, señala respecto a las Sagradas Escrituras:
(2) Como estos idiomas originales [hebreo y griego] no se conocen por todo el pueblo de Dios, el cual tiene el derecho de poseer las Escrituras y gran interés de ellas, a las que según el mandamiento debe leer y escudriñar en el temor de Dios, (3) por lo tanto la Biblia debe ser traducida a la lengua vulgar de toda nación a donde sea llevada, (4) para que morando abundantemente la Palabra de Dios en todos, puedan adorar a Dios de una manera aceptable (5) y para que por la paciencia y consolación de las Escrituras, tengan esperanza. (6)
Es muy relevante, en el tema que venimos tratando, considerar las razones por las cuales las Escrituras deben traducirse a la lengua vulgar (común) de toda nación. El trabajo de Reina y de Valera se sostuvo en la firme convicción de que la Palabra del Señor era el único medio eficaz a través del cual se podría alcanzar la salvación. El mensaje del Señor, por lo tanto, debía ser entendido por cualquier hombre y mujer en toda época y lugar. De ahí también que uno de los gritos de la Reforma fuera “Sola scriptura”, lema que apuntaba a la Biblia como la única y suficiente regla de fe y conducta, siendo esta la que regula la tradición de la iglesia, y no al revés como lo postulaba la Iglesia Católica Romana. Esta idea esencial de la religión cristiana se basa en la seguridad de que la Biblia es la Palabra del Señor de principio a fin y, por lo tanto, es completamente autoritativa. De ahí que Reina y Valera estuvieran dispuestos a entregar por completo sus vidas para que la Palabra de Dios fuera alcanzada por todos, con el único y noble fin de que, en todo lugar y en todo idioma, el nombre de Dios fuese glorificado.
En la actualidad, la mayoría de nosotros consideramos como una cuestión trivial el uso de la biblia en nuestra lengua. No es algo extraño, si consideramos que la Biblia ha sido históricamente el libro por excelencia. No es para menos que sea por lejos el libro más vendido de todos. El punto es que este hecho genera un problema complejo, ya que hace que desviemos la mirada de la radical importancia que tienen las Escrituras en el sostenimiento de nuestra identidad.
Tal como lo señala la Confesión de Westminster, es a través de la biblia que nosotros podemos conocer a Dios con el fin de adorarlo con más excelente conocimiento, más allá del que nuestros sentidos pueden otorgarnos.
Y no sólo eso, sino que además podamos conocer y gustar la esperanza del evangelio de la gracia de Jesús. Por la Biblia sabemos quienes somos, qué nos merecíamos y qué hemos sido hechos por la obra del Hijo. Es a través de las Sagradas Escrituras que podemos contemplar la más grandiosa obra de amor de la historia: la vida, muerte y resurrección de Jesús. ¿Notamos ahora la importancia de la biblia?
Es precisamente lo anterior lo que nos invita a reflexionar más aún sobre el trabajo de los más importantes traductores de la Biblia al español. El recordatorio de este hito histórico es un llamado a mirar con profundo agradecimiento a quienes dieron todo por el servicio a Dios y a la iglesia, pero también implica un desafío a trabajar para que esta labor nunca se acabe, por lo menos, hasta que el Señor vuelva por nosotros en las nubes. Hoy, los recursos con los que contaba Reina y Valera han mejorado considerablemente. Ya no es sólo un hombre, con un par de manuscritos antiguos bajo el brazo, arrancando de la persecución inquisitorial, el que está trabajando en la traducción de la Biblia, sino que son agrupaciones, que cuentan con mejores y más antiguos manuscritos, y que no tienen otra presión que la de sus propias conciencias, que los mueven a hacer un trabajo digno de la Palabra bendita del Señor de la creación. En el fondo, a pesar de la distancia considerable en muchos aspectos, la convicción de Reina y Valera, de que su trabajo permitiría a cualquiera poder conocer la esperanza del evangelio directamente, es la misma convicción de los que hoy trabajan en esa labor. Para que todos oigan, todos lean, todos entiendan, todos conozcan lo que aquel joven predicador en esa pequeña iglesia en el sur de Chile leyó en su primer sermón:
“Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre”
Isaías 40:8, Revisión Reina Valera 1960
Por Luis Ignacio Espinoza Navarro, pertenciente a la Iglesia Pentecostal Naciente de San Antonio
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