Cuando decepcionamos a otros
- GrupodeGracia

- 24 ago 2020
- 6 Min. de lectura
Si Jehová no edificare la casa, En vano trabajan los que la edifican; Si Jehová no guardare la ciudad, En vano vela la guardia. Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar, y que comáis pan de dolores; Pues que a su amado dará Dios el sueño. - Salmos 127

Construyendo en la ciudad de los hombres
En la sociedad actual, las instituciones, los poderes de nuestro tiempo, los negocios o profesiones exigen que trabajemos con el fin de sobresalir. Estamos tan ensañados con esta idea de la imagen, del qué dirán, de la opinión pública, del renombre, del éxito, de la acumulación de títulos universitarios, que en muchas ocasiones construimos nuestra vida en la confianza que estas cosas nos dan y la seguridad que nos brindan. Debido a las expectativas que nos hacemos con otros y viceversa, muchas veces no nos mostramos tal cual somos por temor a derribar la imagen que con tanto esfuerzo y trabajo hemos proyectado; de hecho, esa imagen nos ha costado mucho alimentarla y mantenerla, es un trabajo que no da tregua. Pero, olvidamos que hay algo inevitable en la vida: decepcionarnos y decepcionar a otros.
Estamos construyendo. Y esto es una realidad ineludible en el ser humano; de hecho, en mi país hay un lema que dice: “construyendo un país mejor”; pero ¿construimos para qué? Para nuestra propia gloria, para seguridad y estabilidad. Nuestra torre de babel está tan alta que nuestra mirada está totalmente nublada. Hemos construido tanto para sentirnos fuertes, autosuficientes y seguros, de modo que podamos olvidarnos de nuestra fragilidad. Empezamos a ver cómo el mundo quiere que nos veamos y no como realmente somos.
Alguien dijo una vez que: “en vano construye el rey murallas si dentro de su propio reino hay un enemigo que lo conoce mejor que nadie allá afuera”. Esta ha sido mi experiencia, vez tras vez he tomado decisiones, ya sea para no decepcionar a alguien y mantener sus expectativas altas sobre mí, o bien sea para agradar y mostrar algo que no soy; es un vicio que muestra una sola cosa: el pecado que se esconde en nuestros corazones llamado “temor a los hombres”. Y este pecado es un enemigo cauteloso, que habita dentro de nuestras murallas. No queremos que los demás descubran quiénes somos realmente porque nos hace vulnerables ante ellos, y la vulnerabilidad nos expone al sufrimiento. En realidad, tenemos miedo a sufrir. Esto es lo que C.S Lewis descifra a la hora de ser vulnerables:
“Amar, de cualquier manera, es ser vulnerable. Basta con que amemos algo para que nuestro corazón, con seguridad, se retuerza y, posiblemente, se rompa. Si uno quiere estar seguro de mantenerlo intacto, no debe dar su corazón a nadie, ni siquiera a un animal. Hay que rodearlo cuidadosamente de caprichos y de pequeños lujos; evitar todo compromiso; guardarlo a buen recaudo bajo llave en el cofre o en el ataúd de nuestro egoísmo. Pero en ese cofre -seguro, oscuro, inmóvil, sin aire- cambiará, no se romperá, se volverá irrompible, impenetrable, irredimible.” (Lewis, 1960, pág. 135)
Esta reflexión nace del deseo de mostrar cuan esclavizados estamos de estas cosas -en este caso, el esfuerzo por agradar a los demás – y visibilizar la necesidad que tenemos de descansar en la libertad que Dios tiene para nosotros.
Dios derrumba nuestras murallas para llevarnos a la construcción de su Reino
Recuerdo el cuento infantil de los tres cerditos. Todos le tenían miedo al lobo, cada uno construyó una casa para poder estar seguros de que el lobo no los comiera. Uno construyó con paja, el otro construyó con madera y el otro, con ladrillo; al final la única casa que permaneció fue la que estaba construida con un material sólido; es decir, ladrillos. Cuando el salmista nos habla de que en vano trabajan los que edifican si Jehová no edificare la casa, nos está diciendo precisamente que en vano construimos nuestra vida si no descansamos en la obra que Jehová hace.
Esta no es sólo mi historia y la tuya, es la historia de todos los hombres reflejada en Génesis 11, cuando quisieron ser grandes, cuando construyeron sus cimientos en la gloria exterior, estos hombres se encargaron seriamente del material con el que iban a construir su torre. De hecho, noten algo interesante: ellos usan elementos trabajados por el mismo hombre y no aquellos elementos naturales como la piedra. Usaron su intelecto para crear un material impenetrable en su construcción y esto no es algo nuevo para nosotros, también constantemente lo hacemos, los dones dados por Dios los usamos para construir nuestro castillo o torre lo más seguro posible, queremos mantenernos totalmente inalcanzables, naturalmente esta ha sido nuestra intención.
Sin embargo, debo aclarar que lo relatado en el salmo no es un llamado a la pasividad, más bien el Salmista quiere mostrarnos que el trabajo duro debe ser bien enfocado, que aquello que nos mueve al esfuerzo no debe inflar nuestros egos, sino la gloria de Cristo y el avance de su Reino. Hoy podemos ver ciudades más prósperas a nuestros ojos como Qatar, pero ajenas a los principios de Cristo. La prosperidad económica no es señal de que Dios está bendiciendo, muchas veces se levantan como un ídolo más de la ciudad de los hombres, torres de Babel modernizadas. La aceptación de esto como sinónimo de bendición ha hecho que nuestro corazón desee cada vez más la aprobación, la búsqueda insaciable de ser como Dios o aquellas cosas que lo reemplazan en nuestros corazones, nos lleva a un esfuerzo vanidoso y lleno de dolores, la construcción de ciudades basadas en la gloria de los hombres es un trabajo que nos vuelve esclavos y la única manera para ser plenamente libres no es el gobierno del temor al hombre en nuestros corazones, es el gobierno pleno del temor a Jehová.
Este salmo es un cántico gradual. Se dice que esta clase de salmos eran cantados por los peregrinos en ascensión a Jerusalén, era algo que los hacía cobrar fuerzas en su caminar a la presencia de Dios. Los peregrinos deseaban ver a la ciudad Santa de Dios, hoy nosotros la estamos viendo venir. Como iglesia somos invitados a cantar con fuerza que Jehová está edificando su Santa Ciudad, por lo tanto, trabajemos fuertemente, pero vivamos confiados en Él, nuestra seguridad, nuestra paz reposa en Jehová Dios de Israel.
Vas a decepcionarte como también vas a decepcionar; sin embargo, no construyas con la premisa de seguridad, construye con la premisa de amar, porque lo contrario al amor es el egoísmo y el egoísmo te mantendrá seguro, pero sólo por un tiempo. El amor te hace vulnerable, pero, a la vez, este versículo nos presenta la seguridad de amar, con la confianza puesta en que Dios dará descanso a sus amados. “Pues que a su amado dará Dios el sueño.” (vs. 3) esto me hace recordar algo que C.S. Lewis escribió: “Un hombre que realmente ame a su país lo amará aún arruinado y en decadencia” (Lewis, 1960, pág. 39). Me gustaría parafrasear esto con respecto a la idea que Lewis quería plasmar y decir: Aquel que verdaderamente te ama, amará aun cuando estás arruinado y en decadencia. Jehová con su amor incondicional te ha amado a pesar de tu pecado, Él ha estado viendo cómo construyes castillos fundados en el orgullo; sin embargo, Él se acerca y te dice: “no importa cuánto te esfuerces en agradar a los demás, yo te libraré de esa carga y haré que descanses en mí”. Por lo tanto, construye relaciones basadas en la sinceridad, mostrándote tal cual eres, y aquellos que verdaderamente te aman permanecerán en los días buenos y en los días malos; no obstante, no solamente esperes amor, también ama. Persiste en amar a aquellos que te han decepcionado, que no han cumplido con tus expectativas, a pesar de su fragilidad y debilidad, ayúdalos a levantarse para seguir caminando en el camino a la presencia del Eterno.
Todos queremos ser grandes y reconocidos por otros; sin embargo, aquel que es grande se hizo hombre. Todos queremos gloria; sin embargo, Jesús, que estaba en la gloria, habitó entre nosotros. Buscamos la gloria de los hombres, nuestro Rey buscó la gloria del que le envió (Juan 7:18).
Notas:
[I] y [II] Libro 4 Amores de C.S Lewis.
Alvaro Alexander Vargas Romero, Colombiano, perteneciente a la Iglesia Presbiteriana de Chile, Mar de Gracia. Casado con Jael.







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