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¿Estoy preparado para casarme?

  • Foto del escritor: GrupodeGracia
    GrupodeGracia
  • 27 jul 2020
  • 5 Min. de lectura

‘‘Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.’’ Mateo 19:6 RV60

Según las estadísticas del INE, el Registro Civil de Chile informó que dentro de esta década se han registrado 888.256 matrimonios y 520.042 divorcios. Estas cifras son preocupantes, ¿por qué está ocurriendo esto? Para responder a esta pregunta es necesario hacernos otra: ¿Estoy preparado para casarme?


La preparación siempre es importante, sobre todo en las decisiones fundamentales.  Por ejemplo, sería totalmente catastrófico que un gobierno no se preparara para dar un voto ante una comunidad internacional sobre algún tema que le pudiera afectar  a su país de forma positiva o negativa. Las decisiones importantes se tienen que tomar con cautela y responsabilidad, quizás muchos han hecho un compromiso sin comprometerse  realmente. El que lo digan no significa que sea algo genuino,  quizás lo han dado desde la emoción, pero no pensando objetivamente. El “sí” es igual a decir: “decido amarte solamente a ti con compromiso, fidelidad y entrega, desde este día y hasta que la muerte nos separe. Sé que existirán periodos difíciles pero quiero enfrentar junto a ti lo que Dios y la vida tenga para nuestras vidas”.


Sin duda alguna, todos los que quieren llegar a contraer matrimonio se tienen que preguntar si están realmente preparados. ¿Lo están en verdad? Quizás les falte mirar las implicaciones bíblicas del matrimonio y no solamente lo  que creen que significa estar en una relación matrimonial.


Es necesario que el hombre y la mujer entiendan a cabalidad el paso que quieren dar; si no saben cómo, deben buscar consejería bíblica con sus pastores y líderes de sus respectivas iglesias.

Es bueno que en el periodo de noviazgo puedas conocer los gustos, planes, y propósitos que tu pareja tiene para el futuro. Sería terrible que te cases con alguien que no conozcas a profundidad y con quien no te proyectas claramente. Quizás puedas decir: ‘‘soy feliz’’, pero debido que en el matrimonio se pasa por dificultades, ¿dirás lo mismo cuando vivas bajo el matrimonio? Por eso es aconsejable que puedas observar con detenimiento a tu candidato(a) para el altar y no ver superficialmente. Observar es una buena forma de prepararse para el altar, teniendo en cuenta lo que el fruto del Espíritu Santo produce en el creyente: “amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio” (Gálatas 5:22-23 NTV). Cabe entonces la pregunta: ¿Puedes ver este fruto en tu pareja? Si no se observa nada de lo anterior en la vida de tu candidato(a), no esperes que después aparezca por arte de magia la vida de Cristo en su vida. También es aconsejable que, así como vas a observar a tu candidato(a), lo hagas también con tu propia vida, porque la unión matrimonial implica una unión indivisible. Por ende, ya no serás un ser individual, tus decisiones no solo te afectarán a ti, sino que tus falencias e inmadurez van a afectar a la personas que dices amar. Una observación realista sobre tu candidato(a) y sobre ti mismo puede afirmar tu decisión de casarte o la puede deshacer. 


Me entristece escuchar a las señoritas y jóvenes cristianos idealizando a sus novios, creyendo que son una clase de príncipes y princesas como Disney los plantea en sus películas o creyendo que son cristianos(as) maduros solamente porque asisten regularmente a una iglesia. La historia bíblica dice que, desde Adán y Eva, todos caímos en pecado y estamos inclinados hacia el mal.


En nosotros no hay nada bueno; es decir, que estamos corrompidos hasta la médula. Todas nuestras mejores intenciones están manchadas por las obras de nuestra maldad, ya que estamos perdidos desde el inicio. 

Sé que si estamos en Cristo tenemos nueva vida, y esto es genial e inmerecido, pero nuestra vieja naturaleza también sigue presente en nuestro débil cuerpo mortal. Entonces tenemos que entender que hay una lucha en el interior de los cristianos, donde las pasiones y obras de la carne se enfrentan con el Espíritu. Por una parte amamos a Dios y le servimos, pero, por otra parte, practicamos lo que odiamos y servimos al pecado, como lo dice el Apóstol Pablo: “He descubierto el siguiente principio de vida: que cuando quiero hacer lo que es correcto, no puedo evitar hacer lo que está mal. Amo la ley de Dios con todo mi corazón, pero hay otro poder dentro de mí que está en guerra con mi mente. Ese poder me esclaviza al pecado que todavía está dentro de mí. ¡Soy un pobre desgraciado! ¿Quién me libertará de esta vida dominada por el pecado y la muerte? ¡Gracias a Dios! La respuesta está en Jesucristo nuestro Señor. Así que ya ven: en mi mente de verdad quiero obedecer la ley de Dios, pero a causa de mi naturaleza pecaminosa, soy esclavo del pecado (Romanos 7:21-25 NTV).


Lo que les quiero decir, jóvenes, es que ustedes se van a casar con alguien que está corrompido por el pecado, alguien que te va a fallar, que va hacer cosas que no te agradan, cosas que te van a ofender. Te pregunto: ¿seguirás amando a tu cónyuge cuando todo esto comience a pasar o cuando las cosas no marchen como ustedes esperaban? En el principio Dios dijo lo siguiente: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” (Génesis 2:24). Una sola carne desde el matrimonio, ya no serán seres individuales, sino dos en una sola carne, los cuales se pertenecen el uno al otro. Jesús hablando sobre la unión del matrimonio dijo lo siguiente: “Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mateo 19:6). A la luz de de estos pasajes bíblicos deberíamos preguntarnos: ¿por qué hay tantos divorcios? Y la respuesta más clara es que, en su gran mayoría, los que decidieron contraer matrimonio y, al tiempo después optaron por deshacer su unión, jamás entendieron realmente lo profundo de esta unión, por lo cual, no estaban preparados para afrontar los desafíos del matrimonio. ¿Cómo alguien que no entiende lo íntimo de tal unión va a luchar cuando todo esté por destruirse? Es imposible. 


Tener una idea distorsionada de la naturaleza del ser humano es como tener dinamita con una mecha para ser prendida y que esta explote. ¿Con qué puede ser encendida?  Con la verdad, que causa una explosión de realidad, a la que le sigue la decepción y daños, que en muchas de las situaciones son irreparables. Sé que hay muchas más causas del por qué los matrimonios fracasan, pero si la pareja de novios entiende la profundidad de lo que significa vivir bajo el pacto matrimonial, asumiendo que ambos son pecadores (con todo lo que eso conlleva), salvos por gracia y que solamente el evangelio puede ayudar a vivir un matrimonio sano que refleje la unión y amor de Cristo con su Iglesia, no sólo en los tiempos de bonanza, sino incluso en medio de las circunstancias más difíciles, cuando todo pareciera ir en contra, van a tener un pensamiento más realista para decir que están preparados y seguros de contraer matrimonio.






Por Moisés Rantúl Coliao perteneciente a la Iglesia CEGAD de San Antonio, casado con Daniela

 
 
 

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